Los sueños nacen desde lo profundo de nuestro ser. En nuestro interior, en el alma. Sin embargo, a veces lo exterior, el depender del reconocimiento de los demás, el miedo a perder, la lucha por demostrar, nos desvían de un camino y nos vuelven ambiciosos, vulnerables y atropellados.
Cuando vamos tras los deseos de nuestro interior, eso no sucede, por que somos conscientes que amamos lo que hacemos, y que deja de ser un sacrificio la tarea que vamos a realizar, pasa a ser un disfrute constante y una energía que vuelve cada día más fuerte y motivadora, dejamos de depender de los resultados y comenzamos a poner nuestra atención en el sentimiento y en la emoción que vive en las cosas simples y cotidianas de todos los días. Siempre y cuando el deseo no dañe a otros, al menos no adrede, siempre y cuando no necesitemos cambiar algo o alguien que por su naturaleza es como es, siempre que comprendamos que es un eterno aprendizaje y que lo veamos bajo la “Luz correcta”, la del corazon, no existe remotamente la posibilidad de que lo que deseamos no se cumpla.
Por estar pendientes de la meta a veces olvidamos mirar a nuestro alrededor, por estar pendientes del final, nos perdemos el hermoso vivir de cada día. Es muy probable, que si lo difrutamos, y lo hacemos desde el amor, a medida que avanzamos conscientemente y viviendo cada segundo con plenitud… la meta, al llegar a la puerta, se modifique, cambie, tome otro sendero, tome otro color, es la sorpresa de la vida, la magia desconocida, la felicidad interminable.
Vivamos,
Sueños del alma
viernes, 3 de octubre de 2008Delirado por Mauge a las 11:27 p. m.
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